La vibración sobre su piel le inundaba el cuerpo de olores, sabores, sensaciones antaño vividas que deseaban salir y desordenar la habitación de nuevo.
La voz dulce desgarraba el aire oblígandole a separar sus dedos de aquel cuerpo lacado de mujer que lo estremecía y le hacia vivir.
Los días trancurrían ausentes hasta el instante en que sus cuerpos se unian y eran un sólo y monotono motor lejos de la urbe, el cemento, los hierros...Sólo el sonido del mar, el repicar de los cocos chocando entre ellos y el susurro de las hojas de los árboles eran aceptados en la banda para evocar todo el almízcle y anis de una vida sin sentido lejos del único tambor que bombeaba felicidad e esa postal paradisiaca: Ella.
eva méndez doroxo
dedicado con cariño, gracias por el texto.
2 comentários:
Que beleza... quase me levas pelo ritmo das palavras até a esse paraíso.
:) logo aínda me queda traballo por facer. Que vaia moi ben esta noite!!
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